Tengo una araña.
(Esa manía de adoptar todo lo que cruce mi camino).
Mi araña y yo compartimos la misma ventana. Ella vive del lado del árbol. Yo vivo del lado de la escalera.
Nos conocimos por primera vez hace alrededor de una semana, cuando ella acababa de poner los anclajes para lo que sería su extenso hogar. Desde entonces, he sido testigo de todo el proceso de expansión, tejido en cuidadosos círculos concéntricos que ordena con su pata trasera derecha a medida que avanza.
(Teje hacia la izquierda. Supongo que eso la hace zurda).
La veo en este preciso momento en el corazón de su red terminada.
Veo también su anclaje más arriesgado, sujeto al marco de mi ventana y a una distancia de tres telarañas y media de la suya. Quisiera cortarlo sólo para ver cómo toda la resistencia de su red queda a merced de la brisa de la tarde. Sin la tensión que da ese anclaje, mi araña no podría caminar sobre su red. Luego de dejarse sacudir hacia uno y otro lado, probablemente entendería que su única solución es descolgarse hasta el marco inferior de la ventana y empezar a tejer una nueva morada.
(Cuánta energía perdería al producir tanto "hilo"? Terminaría por morir exhausta?)
Pero la verdad es que no es tanto su destrucción la que me ocupa. Es más bien su existencia.
Las arañas siempre juegan de locales. Dondequiera que vayan, ellas se procuran un hogar que les garantiza seguridad y alimento. Trabajan incansablemente hasta que saben que están a salvo. Que no se puede llegar a ellas excepto entrando al territorio que, más que un espacio, es un ente vigía que las alerta sobre la entrada de cualquier intruso.
Hay algo interesante en estas moradas colgantes, de resistencia sin par, y suficientemente dinámicas como para absorber los impactos exteriores sin perturbar la vida en su interior. Seis puntos externos de anclaje son necesarios para dar curso a una estructura que, a partir de entonces, se embarca en la ilusión de ser una realidad independiente, capaz de superar los embates de su medio sin comprometer su propio equilibrio.
Es posible dejar de admirar la estrategia con la que construye mi araña? La precisión con la que escoge sus anclajes, sabiendo que tienen la solidez suficiente como para poder sostenerla a ella y su obra? La elegancia y belleza de su trabajo es sólo fruto de la certeza de que éste se cimenta en lo permanente. Que su reino suspendido no es, a fin de cuentas, sólo un castillo en el aire.
sábado, agosto 25, 2007
lunes, agosto 13, 2007
Biblioteca de Babel
Érase una vez una biblioteca.
La gente se agolpaba frente a sus puertas cada mañana, las cuales se abrían a las 10 en punto.
Muchos entraban con café y cosas para comer.
Incluso un hombre sin hogar llevaba todos los días su hervidor y lo enchufaba en la sección de las microfichas.
Llegaba gente de todas las edades, e incluso gente con gente de todas las edades: niños, jóvenes, adultos, ancianos; viejos con guaguas, niños con adultos, jóvenes con jóvenes.
Llegaba gente por distintas razones: escapando de la lluvia, buscando un tranquilo lugar para la lectura, para ir al baño, para estudiar. Para usar los computadores.
Por lo mismo, se veían distintos tipos de persona: estudiantes preparando sus exámenes de inglés, universitarios sin verano, jubilados leyendo el diario, cesantes embarcados en algún proyecto literario, profesoras en perfeccionamiento, profesionales extranjeros buscando el reconocimiento de sus calificaciones en el bilingüismo.
Un día, sin embargo, Estudiante Sin Verano divisó algo distinto.
Una madre hindú, vestida de sarong, con su hijo.
Ambos frente a un computador.
La pantalla del computador mostraba un motor de búsqueda.
El motor de búsqueda era para encontrar esposa.
La búsqueda había arrojado tres resultados.
Las tres sonreían desde sus fotos.
La mamá decía: "Bueno, esto es", pensando que una de ellas sería su nuera.
El hijo pensaba: "Esto es lo mejor que es", fijando el instante en que había tenido tres mujeres.
Un llanto salido de un coche, las bibliotecarias siempre tan gorditas, la carraspera para callar al que mastica con tanto ruido. Un compungido hablando por teléfono entre los libros, la extranjera que se ríe a destajo y el solitario que trajo su almuerzo para comer en compañía. Las mesas dispuestas en torno al ventanal y al fin, las puertas abiertas hacia la plaza.
Suficiente Babel por un día.
La gente se agolpaba frente a sus puertas cada mañana, las cuales se abrían a las 10 en punto.
Muchos entraban con café y cosas para comer.
Incluso un hombre sin hogar llevaba todos los días su hervidor y lo enchufaba en la sección de las microfichas.
Llegaba gente de todas las edades, e incluso gente con gente de todas las edades: niños, jóvenes, adultos, ancianos; viejos con guaguas, niños con adultos, jóvenes con jóvenes.
Llegaba gente por distintas razones: escapando de la lluvia, buscando un tranquilo lugar para la lectura, para ir al baño, para estudiar. Para usar los computadores.
Por lo mismo, se veían distintos tipos de persona: estudiantes preparando sus exámenes de inglés, universitarios sin verano, jubilados leyendo el diario, cesantes embarcados en algún proyecto literario, profesoras en perfeccionamiento, profesionales extranjeros buscando el reconocimiento de sus calificaciones en el bilingüismo.
Un día, sin embargo, Estudiante Sin Verano divisó algo distinto.
Una madre hindú, vestida de sarong, con su hijo.
Ambos frente a un computador.
La pantalla del computador mostraba un motor de búsqueda.
El motor de búsqueda era para encontrar esposa.
La búsqueda había arrojado tres resultados.
Las tres sonreían desde sus fotos.
La mamá decía: "Bueno, esto es", pensando que una de ellas sería su nuera.
El hijo pensaba: "Esto es lo mejor que es", fijando el instante en que había tenido tres mujeres.
Un llanto salido de un coche, las bibliotecarias siempre tan gorditas, la carraspera para callar al que mastica con tanto ruido. Un compungido hablando por teléfono entre los libros, la extranjera que se ríe a destajo y el solitario que trajo su almuerzo para comer en compañía. Las mesas dispuestas en torno al ventanal y al fin, las puertas abiertas hacia la plaza.
Suficiente Babel por un día.
jueves, agosto 09, 2007
Gato por liebre
Qué hacía una mosca con medio cuerpo metido en la parte de abajo de mi manzana?
Entonces la fruta no estaba colgada del árbol a propósito?
Cómo fue que a la amiga de mi amiga le cambiaron en la tienda las flores de un árbol por un Atari?
Por qué después de tantos años de trenzas no terminé viviendo en la Casita en la Pradera, ni tras mi enigmática enfermedad nos fuimos a vivir a la Cabaña del Fin del Mundo?
De verdad el Capitán no fue gato cinco minutos antes de ser perro por el resto de su vida?
Cómo abrió la puerta el hijo de la Nona, después de estar encerrado por años?
Qué se hizo la estrella que escuchó mi primer deseo?
Y sobre todo, qué le pasó a mi closet, que nunca me dejó pasar más allá de su fondo?
Entonces la fruta no estaba colgada del árbol a propósito?
Cómo fue que a la amiga de mi amiga le cambiaron en la tienda las flores de un árbol por un Atari?
Por qué después de tantos años de trenzas no terminé viviendo en la Casita en la Pradera, ni tras mi enigmática enfermedad nos fuimos a vivir a la Cabaña del Fin del Mundo?
De verdad el Capitán no fue gato cinco minutos antes de ser perro por el resto de su vida?
Cómo abrió la puerta el hijo de la Nona, después de estar encerrado por años?
Qué se hizo la estrella que escuchó mi primer deseo?
Y sobre todo, qué le pasó a mi closet, que nunca me dejó pasar más allá de su fondo?
lunes, agosto 06, 2007
Corazón y co-razón
Por supuesto que la vida es muchisísimo más compleja que cualquier intento de clasificación. Pero ya que la estructura mental que hemos heredado de la Ilustración nos predispone (indispone?) a pensar el mundo en dualidades contrapuestas, las mías suelen tener estos dos nombres:
Corazón llamo, en realidad, al impulso de ser nosotros. Ése que nos mete en problemas, que nos hace escoger lo que no nos conviene y nos despierta pasiones que no podemos explicar. Es necesario decir más? Todos tenemos esas pulsiones ineludibles que nos hacen salir de la cajita, aunque en ello se nos vayan la estabilidad, el orden y de repente, hasta la felicidad.
Por qué, en su antítesis, "co-razón" y no "razón" a secas? Porque la razón rara vez es personal. El comportamiento "lógico" es incuestionablemente social. Una decisión racional por lo general no es lo que yo escogería en una situación ideal, sino lo que escogería el individuo ideal en mi situación. Por ende, la razón es, verdaderamente, co-razón, co-nstituída por una tradición normativa, co-nfabulada para asegurar su perpetuación y con ella, la co-nvivencia de seres suficientemente medianos como para no representar inconveniente para sus próximos.
Mi confesión es que en este momento de mi vida quiero molestar, y mucho. Que me salgan espinas, que mis extremidades se hagan largas y torpes para pinchar, empujar y despabilar a todo el que se me acerque. Quiero rabiar, patalear y cantar a gritos.
Quiero seguir todos mis corazones.
(Por supuesto, esto fue pensado desde fuera de Capital. Capital es un imperio al que se le paga tributo permanente. La mitad del tiempo de cada ciudadano pertenece a Capital -al César lo que es del César- y hay que arreglárselas no más con lo que quede. Que no alcance para trabajar, juntarse con los amigos, ver a la familia, atravesar la ciudad de punta a punta y todavía llegar al teatro, es problema de cada mequetrefe que, de todas las ciudades, se quedó con las bondades y delicias del Nuevo Extremo. Pero de aquella ciudad y sus diversas seducciones hay que hablar en otra oportunidad, cuando al alba no peligre mi cabeza.)
Corazón llamo, en realidad, al impulso de ser nosotros. Ése que nos mete en problemas, que nos hace escoger lo que no nos conviene y nos despierta pasiones que no podemos explicar. Es necesario decir más? Todos tenemos esas pulsiones ineludibles que nos hacen salir de la cajita, aunque en ello se nos vayan la estabilidad, el orden y de repente, hasta la felicidad.
Por qué, en su antítesis, "co-razón" y no "razón" a secas? Porque la razón rara vez es personal. El comportamiento "lógico" es incuestionablemente social. Una decisión racional por lo general no es lo que yo escogería en una situación ideal, sino lo que escogería el individuo ideal en mi situación. Por ende, la razón es, verdaderamente, co-razón, co-nstituída por una tradición normativa, co-nfabulada para asegurar su perpetuación y con ella, la co-nvivencia de seres suficientemente medianos como para no representar inconveniente para sus próximos.
Mi confesión es que en este momento de mi vida quiero molestar, y mucho. Que me salgan espinas, que mis extremidades se hagan largas y torpes para pinchar, empujar y despabilar a todo el que se me acerque. Quiero rabiar, patalear y cantar a gritos.
Quiero seguir todos mis corazones.
(Por supuesto, esto fue pensado desde fuera de Capital. Capital es un imperio al que se le paga tributo permanente. La mitad del tiempo de cada ciudadano pertenece a Capital -al César lo que es del César- y hay que arreglárselas no más con lo que quede. Que no alcance para trabajar, juntarse con los amigos, ver a la familia, atravesar la ciudad de punta a punta y todavía llegar al teatro, es problema de cada mequetrefe que, de todas las ciudades, se quedó con las bondades y delicias del Nuevo Extremo. Pero de aquella ciudad y sus diversas seducciones hay que hablar en otra oportunidad, cuando al alba no peligre mi cabeza.)
sábado, agosto 04, 2007
jueves, agosto 02, 2007
Negociando una tregua
Nos olvidaremos.
Será como si nunca nos hubiéramos enfrentado.
Volverás a tu hueste y yo me replegaré en alguna trinchera.
Seguirás en ofensivas y yo perfeccionaré mis tácticas de acecho.
Probablemente llegue el día en que pelees con mi estrategia y yo esgrima tu arrojo.
Sabrás anticipar cada nueva artimaña y yo lanzaré las estocadas más letales.
El duelo será feroz y simultáneo.
Hasta que te sorprenda con mi propio concierto de fuerzas
Y tú te vuelvas invisible a mi ojo agazapado.
Comenzará entonces el juego de los espejos
Y deberemos adivinar quién está dentro de cuál rostro.
Finalmente, yo moriré y tú morirás
Pero alguien más habrá quedado:
Cuando las serpientes tienen dos cabezas
Una es herida de muerte para que la otra sobreviva.
Será como si nunca nos hubiéramos enfrentado.
Volverás a tu hueste y yo me replegaré en alguna trinchera.
Seguirás en ofensivas y yo perfeccionaré mis tácticas de acecho.
Probablemente llegue el día en que pelees con mi estrategia y yo esgrima tu arrojo.
Sabrás anticipar cada nueva artimaña y yo lanzaré las estocadas más letales.
El duelo será feroz y simultáneo.
Hasta que te sorprenda con mi propio concierto de fuerzas
Y tú te vuelvas invisible a mi ojo agazapado.
Comenzará entonces el juego de los espejos
Y deberemos adivinar quién está dentro de cuál rostro.
Finalmente, yo moriré y tú morirás
Pero alguien más habrá quedado:
Cuando las serpientes tienen dos cabezas
Una es herida de muerte para que la otra sobreviva.
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