viernes, abril 25, 2008

...¿Estás?

Todavía no existes y ya tienes un nombre.
A pesar de eso, siempre titubeo al momento de decirlo.
No sé si eres tú realmente.

Supongo que a veces dudo de ti, de tus intenciones, de que estés aquí para quedarte. A veces me aterra lo que puedas llegar a ser. Porque no me importa simplemente que seas feliz. Me importa que tu felicidad no sea parásita de la de nadie, nunca. Que seas un hombre conciente, capaz de amar generosamente tu entorno, de cuidar y proteger a tus mascotas y, algún día, de ser el bastión de tu propia familia.

Me importa que seas fuerte, que recobres el aliento por convicción y no por descanso, que sepas poner tu corazón en todo lo que hagas, pero que tu pasión no te haga ciego a las consecuencias de tus actos. Que siempre mires desde tus ojos pero puedas sentir desde el corazón de los demás.

Supongo que todo puede resumirse: espero que escojas armarte bien.

Yo querré enseñarte el arrobo por el mundo y todas sus bellezas, el sutil encanto de lo implícito, el arte de mirar y saber lo que ves; querré enseñarte a escucharte y escuchar, a caminar al ritmo de tu alma; querré mostrarte, con suerte, que la vida es más de lo que se ve y lo que se toca; que nada, nada será tan certero como la propia intuición mística de tu alma. (Y será simple, sin palabras ni ayuda de túnicas tradicionales o exóticas. Una experiencia a la medida de tu preciosa humanidad).

Serás tú, sin embargo, quien decida lo que toma y lo que deja, y yo quien deba amarte a pesar de ver tus faltas.

A veces ya te siento cuando te mueves. “Pequeño orante” es como te llamo entre nosotros, porque así te has presentado ya dos veces. “Félix” serás ya cuando sepa si estás contento, asustado, si eres un aventurero o un habitante de certezas. Cuando tu nombre se ajuste a tu innata intensidad.

En fin, eso vendrá con el tiempo, cuando ya nos tengamos uno al otro y no exista más que tender siempre hacia ti y recibirte siempre en tu tendencia. Por ahora, eres la contracara de la Niña Cósmica que esperaba.

Seguro que soñaba contigo sin saberlo. Pero a ti no tuve que inventarte: tú sí existirías.