Didi y Gogo esperaron.
Esperaron días, y días, y días.
De hecho, todo lo que sabemos de ellos es que esperaron, desesperaron esperando, se esperanzaron esperando y, a veces, se maltrataron esperando.
Esperando a Godot es una obra montada sobre un personaje que nunca llega.
Lo importante en ella, sin embargo, no es Godot. Son Didi y Gogo, y sus respectivas e inferiores humanidades encarando la incertidumbre, los embates de la falta de fe en la moral, el cuestionamiento de todo su propósito. Y cómo, a pesar de ello, siguen esperando. Cómo, a pesar de que amenazan con abandonarse, amanecen cada día a pocos pasos, se abrazan y continúan. Esperando.
Hay esperas con más propósito que otras. O, al menos, esperas más incuestionables. Lo terrible es la subvaloración de la espera en sociedades como la nuestra.
Si se llega antes, se da vueltas. Se llama con un poco de exasperación al atrasado, se le pide que avise cuando llegue para así no tener que "perder tiempo".
Sin embargo, la espera es una forma de renovar nuestro compromiso con lo esperado. De anticipar el encuentro para vivirlo más intensamente.
Tengo una espera larga delante mío. Una mirada que se adivina intensa y un posible ceño fruncido la hacen más amena y profundamente encantadora.
Lo cierto es que no quisiera saltarme ni una etapa de ella. Cada minuto es expectación, promesa regalada. Sobre todo, una oportunidad de conocerte desde antes para saber dónde encontrarte.
Llegarás con la primavera. Hasta entonces, me gesto yo también en tu espera, sabiendo que no habrá otra como ésta. Esperando, sobre todo, renacer junto contigo.
lunes, marzo 17, 2008
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1 comentario:
amiga, qué maravilloso regalo has recibido!
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