Quizás, en cierto modo, sí nací de nuevo.
Hoy, como otros viernes, hacia el final de la tarde en la estación esperando el tren de vuelta. El frío en la cara es bienvenido y me despierta de esta noche temprana que comienza pasada las 3.30 de la tarde.
Vivo más de noche que de día.
Quizás, también por eso, el mundo parece perder a veces su forma inteligible y transformarse en un juego de sombras que llego a mirar con franco terror. Nada tiene las proporciones familiares. Todas estas sombras se proyectan las 5 millas que separan mi casa del campus y llegan en la noche a acompañarme en la vigilia, como una cinta proyectada en forma continua e interminable.
Todo bajo el telón de la incertidumbre.
Este dedito escribió un ensayito.
Éste lo felicitó.
Éste lo encontró original.
Éste lo dio a conocer
Y este gordo cochino… todo el sistema cambió.
Lindo cascarón.
Dulces palabras que me fueron regaladas para decir refugio, certeza, presencia. Todo lo que se extraña cuando ya nada es lo que se creía y poco vale lo que se pensaba. Cuando el horizonte deja ver un abismo con cierta posibilidad de fracaso, la realidad ya no parece un juego y me encuentra añorando espacios en los que sabía lo que tenía que saber, escribía lo que tenía sentido, y arriesgaba dispuesta a ganar.
Pero. Aquí vamos, transitando los caminos de mano de la humildad y aprendiendo que todo conocimiento implica compromiso, convicción, reordenamiento. Armarlo y rearmarse, iniciarse en las maneras de la Otra Orilla.
Aprendiendo a ser en Otredad.
viernes, noviembre 24, 2006
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